Los chicos de Rapthadu

Chicos Rapthadu

La primera vez que los vimos nos sobrecogimos: bajaron del autobús y empezaron a correr los 200 metros de tierra que les separaba del centro con gran energía, descalzos, con ropa de vestir (la única que tenían), como si la vida les fuera en ello. Eran los chicos de Rapthadu, un bonito y humilde pueblo a 3 km de Anantapur, que empezaban su aventura en el proyecto de la Fundación Vicente Ferrer y la Fundación Rafa Nadal.

Por cercanía y por número de estudiantes, se eligió el colegio de este pueblo para que acudieran tres días a la semana, por la tarde, a las clases de tenis, inglés e informática que constituyen el proyecto. Desde entonces, han pasado varios meses. Los primeros fueron complicados porque era difícil controlar su entusiasmo y su energía. Hemos compartido muchas semanas y en este tiempo hemos ido adaptándonos lo unos a los otros y hemos trabajado valores intrínsecos del deporte como el fair play, el trabajar en equipo y todos a una, la disciplina requerida, etc. Con el paso del tiempo han ido comprendiendo la dinámica del proyecto e involucrándose en él. De hecho, algunos de los setenta “rapthaduienses”, al cabo de dos meses, han comenzado también a ir por la mañana, a las seis, hora en la que comienzan las clases. Para ello, recorrían a pie los 3 km. por el arcén de la autopista que conecta Rapthadu con el centro deportivo. Desde que nos dimos cuenta de la peligrosa situación, les proporcionamos un autobús. En la actualidad son 20 los niños que acuden cada día a las clases de la mañana (aparte de ir los otros días por la tarde con el resto de sus compañeros).

Estos veinte entusiastas han hecho piña y, tanto dentro como fuera de la pista, se observa una sintonía, una conexión, una solidaridad que pocas cosas como el deporte pueden conseguir. Si han practicado algún deporte cuando eran niños, sabrán de lo que les hablo. Se ha creado entre ellos un vínculo especial, una amistad que seguramente perdurará muchísimos años…o para siempre. Incluso, acuden a las clases de inglés e informática con gran entusiasmo, apoyándose y colaborando entre ellos, hecho impensable cuando llegaron ya que sólo querían jugar al tenis.

Sería injusto no resaltar que entre todos hay un deportista que destaca por encima de todos los demás: la gran Shehnaz, la única chica entre los 20, y que se ha ganado el respeto de los chicos que la incluyen en el grupo como si fuera una más, ya que aparte de su gran carisma, la ven como un igual.

A principios de diciembre se celebró un campeonato oficial con niños de todo el sur de la India, al que acudieron excelentes jugadores infantiles (hasta los catorce años) y en donde nuestros veinte deportistas hicieron de recopelotas. Lo vivieron como si fueran ellos los protagonistas (para los que trabajamos en el proyecto lo fueron, porque uno de nuestros objetivos era que interaccionaran con otros niños de fuera) y disfrutaron compartiendo una experiencia que seguro que recordarán durante mucho tiempo. Se les entregó las equipaciones de color blanco. Verlos mirar los partidos con la boca abierta y sin parpadear, como comentaban cada jugada entre todos o hablaban con los jugadores fue algo impagable y difícil de expresar. Pero más aún fue verlos el lunes, después del torneo, aparecer en las clases con sus trajes nuevos y repletos de energía para seguir aprendiendo, disfrutando y compartiendo esta gran experiencia. Ha sido una sorpresa muy agradable y reconfortante.

David Paniagua de Diego                                                                                                                                           Coordinador de la Escuela y Centro de Entrenamiento de Tenis en Anantapur

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