Hace unos meses, un atleta vitoriano de 24 años, Iván Fernández Anaya, se encontraba en segunda posición del Cross de Burlada, en Navarra, cuando vio como el corredor que iba primero, el keniano Abel Mutai, se equivocaba de meta, celebrando la victoria antes de tiempo.
Lo “inteligente” por parte de Iván habría sido aprovechar el despiste de su oponente y adelantarle para ganar la carrera. Sin embargo, la reacción del español sorprendió a muchos: Iván empezó a hacer señales al keniano para que no se detuviera y continuara corriendo. Finalmente el keniano ganó la carrera e Iván quedó en segundo lugar.
Un gesto parecido se repitió en una escuela de Ohio (EE.UU.) cuando una joven atleta, Meghan Vogel dejó de lado la victoria de una carrera para ir a ayudar a una de sus rivales que, exhausta, no conseguía terminar la prueba. Meghan volvió atrás y pasándole un brazo bajo el hombro “remolcó” a Arden McMath hasta la meta para que la chica pudiera terminar la carrera. Ambas quedaron última y penúltima, respectivamente.
Ejemplos como los de estos atletas están creando un movimiento de compañerismo y solidaridad, haciendo que no recordemos el nombre de quién ha ganado estas carreras, pero sí el de aquellos que han sido compañeros antes que rivales.
Todos ellos coinciden en decir que “otros habrían hecho lo mismo en mi lugar”. Quizá pensemos que esto no es verdad y, de hecho, en muchos otros casos, el resto de competidores habrían tomado ventaja de la situación y habrían luchado por la victoria, sin pensar en sus compañeros. Este comportamiento no es reprobable pues, al fin y al cabo, se trata de una competición, pero es nuestro deber admirar y respetar a aquellos que saben que se puede ganar de muchas formas y no sólo cruzando en primer lugar la línea de meta.