En el Centro Fundación Rafa Nadal llevamos a cabo un proyecto con el que proporcionamos atención a los menores vulnerables como complemento a su formación escolar, empleando como herramientas el deporte, la educación y la atención psicológica. Al frente de este último ámbito está Carlos Jaramago, el psicólogo del Centro desde diciembre de 2015. Hablamos con él para conocer más acerca de su labor.
¿Qué te aporta el hecho de formar parte del proyecto?
Poder ayudar a los niños y niñas, a los adolescentes y a sus familias es una sensación muy agradable. Tengo un sentimiento de realización personal, de gratitud y de felicidad al poder formar parte de un proyecto como éste y sobretodo de brindar una ayuda en diferentes ámbitos a menores con dificultades. A pesar de esto, hay días que marchas a casa con una sensación agridulce, al no haber encontrado un feedback favorable, pero esto hace que reflexione en cuanto a las mejoras que se pueden plantear y sobretodo replantear los objetivos a la realidad individual de cada persona.
¿Cuál es el aspecto que consideras más satisfactorio y, por otro lado, el más difícil?
El más difícil es no poder transmitir aquello que desearías cuando dedicas un tiempo a realizar un trabajo y las familias no lo valoran a corto plazo. El más satisfactorio suele ser un “gracias” de corazón, una sonrisa luminosa o un abrazo sincero y cualquier cambio por pequeño que sea, pero significativo en cualquier aspecto de la vida cotidiana, social o psicológica de todas las personas que atendemos.
¿Cuáles son los principales retos a los que os enfrentáis en el día a día?
Somos un recurso voluntario y gratuito, que ofrecemos actividades de diversa índole y queremos inculcar a nuestros usuarios que deben venir cuando les corresponde. En nuestra cultura, a veces no se valora aquello que no tiene un coste, y aunque éste sí lo tiene, es invisible para las familias. Su compromiso, su vínculo y su asistencia al Centro están conectados y deben asistir para que los resultados tengan sentido y una continuidad.
¿Qué caso o situación de un participante te marcado de manera especial?
Por mi puesto de trabajo, escucho historias duras y de enorme complejidad. En ocasiones son casos de violencia a los niños, o agresiones físicas y verbales entre los progenitores; en otros casos, dejan de acudir al psicólogo porque siguen teniendo la arcaica visión de que sólo van “los locos”. Todas las situaciones marcan, pero prefiero quedarme con las palabras de una chica que cuando salía de la sesión me dijo “gracias por hacerme pensar”.
¿Podrías explicarnos algún ejemplo que ilustre la evolución y beneficios que aporta el proyecto a los menores vulnerables que forman parte de él?
La evolución en la mayoría de los casos es paulatina, con picos y valles y nuestro trabajo transcurre despacito. Podría comentar el caso de una chica con dificultades para gestionar la ira. Llevaba tiempo viniendo al Centro y después de un episodio con un compañero, empezamos a trabajar a nivel individual. Desde este momento no ha habido más problemas de relación con otros compañeros.
¿Qué valoración haces del proyecto?
Mi valoración es buena. Creo que en nuestro tercer año, y segundo con el centro propio, somos conocidos en el barrio y el nivel de satisfacción de las familias es alto. Tenemos que seguir trabajando para favorecer una mayor participación de las familias así como a la hora de establecer prioridades en el medio plazo del proyecto. No obstante, el trabajo en red va progresivamente aumentando, los niños y niñas acuden contentos al centro y paulatinamente con una voluntad de mejora y de cambio en ciertos aspectos sobre los que intervenimos y me siento orgulloso del trabajo que realiza todo el equipo del Centro. Toca seguir trabajando.