A todos de pequeños no habían explicado cuentos; historias que nos hacían viajar a lugares mágicos, conocer a personajes únicos y emocionarnos con aventuras que sentíamos en nuestra propia piel. Los cuentos forman parte de la niñez, y es que más allá de ser una mera distracción o una herramienta para ayudar a conciliar el sueño, éstos tienen una vertiente educativa que vale la pena tener muy presente.
Cuando le explicamos un cuento a un niño, estamos estimulando su lenguaje y su imaginación; importante para potenciar la creatividad y la capacidad de preguntarse y plantearse posibles soluciones o desenlaces. Asimismo, aprenden a escuchar con atención y a ser pacientes, elementos indispensables para un correcto aprendizaje.
Narrar en voz alta un relato a un niño le hace ser reflexivo, ya que en éstos siempre hay un mensaje que le lleva a comprender la forma en que debe actuar y comportarse, así como a saber distinguir entre lo bueno y lo malo. A parte, los cuentos transmiten valores como la constancia, la amistad, la honestidad… que los pequeños van interiorizando sin darse cuenta.
A través de los relatos, los niños practican habilidades como aprender a escuchar, a imaginar, a expresarse… Los cuentos estimulan también su memoria y su capacidad de reflexión y concentración.
Adicionalmente, el niño se siente más feliz al ver que sus padres, hermanos, educadores…están con él, dedicándole parte de su tiempo, creando así complicidad y estrechando los vínculos afectivos. Y, claro que si, explicar cuentos es una excelente forma de entretenimiento y un eficaz “ritual de buenas noches”.