Este verano hemos vibrado con los Juegos Olímpicos de Río, el mayor evento deportivo internacional multidisciplinario. En esta especial competición, a menudo se demuestra a través del deporte la importancia de valores como el compañerismo, el respeto y la deportividad.
A lo largo de la historia de los Juegos Olímpicos, encontramos numerosos ejemplos de amistad. Uno de ellos es el caso de Oe y Nishida, dos saltadores de pértiga del equipo japonés que, en las Olimpiadas de 1936, saltaron la misma altura de 4.25m. Tras competir durante más de cinco horas para intentar desempatar, los jueces optaron por que fueran los mismos integrantes del equipo nipón quienes decidieran quién de ellos debía obtener la plata.
El resultado final indicó que Nishida ganó, pero los dos amigos prefirieron compartir el premio demostrando que, por encima del resultado final en la competición, el compañerismo y la deportividad son muy importantes. Un joyero local les cortó las medallas por la mitad y les hizo dos medallas con mitades iguales de bronce y plata. Estas dos medallas son conocidas ahora en todo el mundo como las Medallas de la Amistad Eterna.
Otra historia más actual de las Olimpiadas es la de dos leyendas del balonmano español como son Enric Masip y Mateo Garralda. Enric Masip se vio obligado a renunciar a los Juegos Olímpicos de Atlanta pero Mateo Garralda, con el que siempre compartía habitación en los desplazamientos y concentraciones, le prometió que si la selección española ganaba una medalla en Atlanta la compartiría con él.
La promesa se hizo realidad después que el equipo de balonmano español alcanzara su primera medalla olímpica al vencer a Francia 27-25. Al finalizar los Juegos Olímpicos, Mateo le entregó a Masip su mitad de la medalla de bronze; uno se quedó con el anverso y el otro con el reverso de la medalla. ¡Un auténtico premio a la amistad!