Poner el foco en nuestras emociones y rasgos positivos, en la parte buena de aquello que nos rodea y de las situaciones en la que nos encontramos, nos aporta muchos beneficios y nos facilita el camino a una vida más placentera y con un mayor desarrollo personal. Pero… ¿puede aplicarse la psicología positiva también a la educación? Sin duda, si, y este es un paradigma aplaudido por muchos profesionales del sector.
La psicología positiva defiende el uso de las fortalezas personales para alcanzar mayores niveles de bienestar (Peterson y Seligman, 2004). Es decir, propone que las personas conozcan y sean conscientes de sus potencialidades para que aprendan a utilizar sus fortalezas y que éstas actúen como vehículo para conseguir el éxito. (Jiménez, Alvarado y Puente, 2013).
Las emociones positivas, los rasgos positivos -como las virtudes, fortalezas y habilidades- y las relaciones positivas, son los pilares básicos de esta corriente, que cada vez gana más adeptos.
La metodología que aplicamos en el Centro Fundación Rafa Nadal se fundamenta en los principios de la psicología positiva y, por tanto, se centra en las potencialidades de los menores. El objetivo último es potenciar aprendizajes, facilitar la adquisición de nuevos conocimientos y fomentar el bienestar de los niños y niñas.
“Se trata de una metodología eminentemente práctica (dinámica de grupos, autorreflexión, razón dialógica, juegos, relajación, respiración, etc.) en la que la reflexión sobre las emociones experimentadas en las diferentes actividades, juega un papel relevante con objeto de favorecer el desarrollo de las competencias emocionales de los niños”, explica Eunate Gómez, Responsable de Proyectos de la Fundación.
El deporte como herramienta pedagógica adquiere especial relevancia en la metodología de este centro. A través de la práctica deportiva y de juegos, los niños construyen su mundo con los demás, ya que están conviviendo con otros a la vez que están desarrollando diversos valores asociados al deporte que les permitirán desarrollar su personalidad y poder vivir en comunidad. De este modo, los menores desarrollan valores como el compañerismo, el esfuerzo y la responsabilidad.